viernes, 18 de enero de 2008

Instituciones civiles, políticas y militares en la monarquía romana

En el artículo anterior dimos un breve repaso de la fundación de la ciudad y de su primera forma de gobierno, la monarquía. Antes de comenzar a hablar del siguiente período de la historia de Roma, necesitaremos dar explicación a determinados asuntos fundamentales para entender la siguiente gran etapa de su Historia. De esa manera, conseguiremos, al pasar a hablar de la República, no perdernos en la maraña de cargos, instituciones y comicios que formaban la columna vertebral de esa sociedad. En este artículo referiremos la estructura civil, política y militar de la Roma primitiva.


Instituciones civiles y políticas

  • La Familia
Era en Roma la unidad doméstica, base del orden social. Formaban parte de ella el hombre libre a quien la muerte de su padre ha hecho dueño de sus derechos; su esposa, unida a él mediante confarreatio; sus hijos; los hijos de estos con sus mujeres legítimas; sus hijas no casadas y las hijas de sus hijos, con todos los bienes que cada uno poseía. Quedan excluidos los hijos de la hija, cuando al casarse pasan a la tutela de la casa de otro hombre.
Para los romanos era una verdadera desgracia morir sin descendencia y no perpetuar la familia. Por eso, desde los primeros tiempos se buscará impedirlo, dando al hombre sin hijos la posibilidad de buscarlo en el seno de otras familias y hacerlos suyos (adoptio) en presencia del pueblo.
El padre, o pater familias dirige y conduce la familia según la ley de su voluntad, firmemente protegido por las leyes del Estado romano. El pater familias, bajo la Ley de las XII tablas tenia vitae necisque potestas (potestad sobre la vida y la muerte) sobre todos los que estaban bajo su autoridad. Ante él no tienen ningún derecho los que viven bajo su techo: desde los animales hasta su esposa, pasando por esclavos e hijos.

  • Gens
Familia o conjunto de familias con el mismo apellido (Julius, Cornelius, Servilius, etc.) Todos los miembros de la misma gens descendían de un antepasado común. Es decir, la familia romana se divide en 'familia' propiamente dicha y en gens o razas; Unos y otros se remontan a la fuente masculina común, pero mientras que la familia sólo comprende a los individuos que pueden comprobar el grado de su descendencia, la gens comprende además aquellos que, aun procediendo del mismo antepasado, no pueden enumerar sus abuelos intermedios, ni determinar su grado de parentesco con ellos. Baste un ejemplo de cómo los romanos expresaban claramente estas distinciones: "Julius, hijos de Julius, nietos de Julius, etc.". Los Julios, esa es la familia; esta continúa mientras pueden los ascendientes ser individualmente designados con el nombre común. Pero se completa con la raza o gens, que también se remonta al primer abuelo de quien los descendientes han heredado el nombre de hijos de Julio.

  • El Pueblo
Al parecer, Rómulo utilizó las tres tribus que se unieron para fundar Roma para hacer tres divisiones. Según la antigua ley, los ciudadanos se dividían así: diez casas formaban una gens; diez gentes (100 casas), una curia; diez curias (100 gentes, 1000 casas) constituyen la ciudad. Así pues, por cada tribu había 10 curias, lo que hacía un total de 30 curias en la Roma primitiva. Las curias las formaban los llamados patres (patricios), que no eran otros que los pater familias. Constituían la nobleza de raza, sólo ellos participaban en el gobierno del Estado y gozaban de todos los privilegios del ciudadano romano. Además, eran los llamados a formar parte del ejército romano. En contraposición a estos patricios, se hallaban los plebeyos (qui gentem non habent, los que no forman parte de la gente), pobladores de Roma fruto de la inmigración, en principio sin cuotas de poder, al menos hasta la reforma del rey Servio Tulio. Socialmente, los plebeyos se dividían en dos: los plebeyos asidui, los plebeyos que poseían bienes, y los proletarii, los que no contaban con posesiones.
A cambio de los servicios y prestaciones a los que los romanos patricios estaban obligados, participaban en el gobierno del Estado. Todos los ciudadanos, excepto las mujeres y los niños demasiado jóvenes, es decir, todos los quirites, se reunían en asamblea pública invitados por el rey, bien para recibir comunicaciones de este (conventio), bien para responder, votando por curias, a las mociones que les dirigía (comitia calata, comicios calados).


  • El Senado
Al poder absoluto, ostentado por el rey, se oponían frontalmente el hábito y las costumbres. En virtud de una ley, el rey no podía tomar ninguna decisión en circunstancias graves sin tener en cuenta el consejo de otros ciudadanos. Ahora bien, este Senado no era un obstáculo legal al poder ilimitado del rey, pues, entre otras cosas, no tenía competencia en asuntos relativos al mando del ejército o la justicia. El Senado, originariamente, estaba formado por los jefes de las distintas gens de la ciudad, a quienes se les llamaba respetuosamente patres (padres). Parece ser que el primer Consejo de Ancianos (Senatus, de senex, anciano) fue dispuesto por Rómulo, formado por cien miembros provenientes de las familias más importantes de la Roma original. Durante el reinado de Tulio Hostilio, tercer rey de Roma, se amplió el Senado con cien senadores más provenientes de la conquista de la ciudad Alba Longa. Finalmente, Tarquino Prisco, quinto rey, volvió a incrementar el Senado en cien nuevos miembros procedentes de las ciudades etruscas conquistadas. El número de trescientos senadores fue mantenido prácticamente sin cambios hasta los tiempos de Lucio Cornelio Sila, alrededor del 80 a.C.
La duración vitalicia de la función, y su origen basado sobre los elementos fundamentales de la ciudad misma, conferían al Senado una gran importancia, que nunca hubiera adquirido si hubiese debido su convocatoria a un simple decreto del monarca. Es cierto que los senadores no tenían más que el derecho de consejo, cuando eran llamados para ello. El rey los convocaba y consultaba cuando lo tenía por conveniente; nadie podía dar su parecer si no se le pedía; y tampoco el Senado podía reunirse si no era convocado. En su origen, no fue el senado-consulto más que un decreto, y, si el rey no lo autorizaba, el cuerpo de donde emanaba no tenía ningún medio lega de hacer que llegase su "autoridad" al dominio de los hechos. Por otra parte, hubiera sido un grave abuso no consultar al Senado en todo asunto grave. Si por ejemplo, era necesaria una guerra contra algún vecino hostil, el rey, después de haber oído el consejo del Senado, refería el suceso al pueblo: si el pueblo y el Senado estaban de acuerdo (condición necesaria), la guerra era "justa" y tendrían de su parte el poder de los dioses.


  • El Rey
Como el Estado se funda en la familia, ha adoptado las formas de esta en el conjunto y en los detalles. El poder real comenzó por una elección; pero desde el momento en que el rey convocó la asamblea de los hombres libres capaces de manejar armas, y ellos le prometieron formalmente obediencia, se la debían fiel y completamente. Representaba en el Estado el poder del padre de familia en su casa y duraba también toda la vida. Tenía el mando (imperium) en tiempo de paz lo mismo que en tiempo de guerra, y sólo él tenía derecho a hablar en público a los ciudadanos. Como todo padre de familia, que no solamente era el más poderoso sino el único que tenía poder en su casa, el rey era a la vez el primer y único órgano de poder del Estado. Juzgaba y castigaba como el padre de familia e imponía penas de policía; condenaba a muerte y a la pérdida de libertad; convocaba al pueblo para la guerra y mandaba el ejército, y, en caso de incendio, debía acudir en persona al lugar del suceso. Cuando se ausentaba del territorio, confiaba todos sus poderes administrativos al prefectus urbi (prefecto de la ciudad), incluido el imperium, siempre que permaneciese en la ciudad.
Sólo el rey poseía el derecho de auspicium, la capacidad para interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma como el jefe de augures, de forma que ningún negocio público podía realizarse sin la voluntad de los dioses, dada a conocer mediante los auspicios. El rey era por tanto reconocido por el pueblo como la cabeza de la religión nacional, el jefe ejecutivo religioso y el mediador ante los dioses, por lo cual era reverenciado con temor religioso. Fue Rómulo quien instituyó el cuerpo de augures, siendo él mismo reconocido como el más destacado entre todos ellos, de la misma forma que Numa Pompilio instituyó los pontífices, atribuyéndosele la creación de la doctrina religiosa de Roma.
El rey no era Dios a los ojos del pueblo; era más bien el propietario de la ciudad. No encontramos aquí la creencia de que existe una familia real por gracia de Dios; ese no se qué de misterioso que hace del rey un hombre distinto de un mortal ordinario. La nobleza de sangre y el parentesco con los reyes anteriores era una recomendación, pero no una condición de elegibilidad. Todo ciudadano mayor de edad y de cuerpo y espíritu sanos podía ser elegido rey.
Su reinado solo acababa con su vida. Cuando no nombraba sucesor, lo cual tenía el derecho y hasta la obligación de hacer, se reunían los ciudadanos sin previa convocatoria y designaban un "interrey" (inter-rex), cuyas funciones sólo duraban cinco días, y que no podía obligar al pueblo a que le jurase fidelidad. Y como tampoco podía este interrey nombrar un rey sin previa convocatoria de los ciudadanos, nombraba un segundo interrey por otros cinco días, con capacidad para elegir monarca. No lo hará sin preguntar a los ciudadanos y consultar al Senado, sin asegurarse, en suma, el consentimiento de todos respecto de la elección que iba a hacer. Así es como persistía inviolable la unidad del Estado.


Instituciones militares

El servicio militar afectaba a los ciudadanos entre diecisiete y sesenta años. Hasta los cuarenta y cinco participaban en las campañas, y los mayores defendían las ciudades y formaban la reserva. Por lo general las clases altas no intentaban rehuir el servicio militar, ya que su cumplimiento era imprescindible para poder acceder a las magistraturas del Estado y hacer carrera política.
En función de la división original por curias (recordemos que 10 familias componían una gens, 10 gens una curia, y habían 10 curias por cada una de las tres tribus primitivas), la contribución a las levas era del siguiente modo: cada familia contribuía con un soldado de infantería (miles, miliciano) y cada gens con un soldado de caballería (celeres, caballero). Así pues, cada tribu aportaba 1000 soldados de infantería y 300 de caballería. El conjunto del ejército romano, la unión de las tres tribus, recibía el nombre de legión (legio). En los primeros tiempos Roma disponía sólo de una legión, y es dudoso que alguna vez se llegara a reunir el ejército al completo. Ni siquiera era un cuerpo permanente, se reclutaba y licenciaba según las necesidades.
Los trescientos caballeros (centuriae celeres) formaban la caballería del ejército de la Antigua Roma. Estaban bajo el mando de tres tribunos de la Caballería (Tribuni Celerum) y el jefe supremo de la Caballería era el Magister Equitum.
El mando supremo de los infantes correspondía inicialmente al rey y después a los Cónsules o Dictadores (o a los Legatus). El mando de los infantes de cada legión correspondía a los Tribunos de la Milicia (Tribunus Militum).

Según las fuentes romanas, Servio Tulio, el sexto rey de Roma, reorganizó la población de Roma para incluir a los plebeyos en el ejercito. Distinguió , según podían o no armarse para la guerra, dos grupos: Los classis y los infra classem; a estos últimos los excluyó del servicio armado; a los primeros, los dividió en cinco subgrupos (classes) de acuerdo a su riqueza. A partir de esta distinción, creó nuevas tribus territoriales; 16 rústicas para los propietarios, llamados también asidui, y 4 urbanas para los no propietarios. Dispuso, finalmente, que cada clase contribuyera al ejército con un determinado número de centurias (grupos de cien hombres), debiendo la primera clase aportar el mayor contingente (80 centurias). Las segunda, tercera y cuarta clases se agrupaban en 20 centurias cada clase y estaba formada por lanceros armados todos con escudos y lanzas y, atendiendo, a su riqueza, con yelmos y espadas. La quinta clase se agrupaba en 28 centurias de honderos. La sexta clase, los infra classem, no realizaba tareas militares. Esta organización militar será la base de los comicios centuriados, nueva asamblea que reemplazará políticamente a los comicios calados, los cuales quedarán restringidos a funciones sacras.
El mismo rey, para facilitar las levas, dividió la ciudad en cuatro cuarteles (mapa). Los cuatro tenían una población similar y contribuían igualmente al reclutamiento militar. La división se refería únicamente al suelo y comprendía a los poseedores de este. Cada legión y cada centuria encerraban un contingente igual de cada uno de los cuarteles.


  • Organización del ejército
En la infantería continuó la legión siendo la unidad militar. A modo de falange, comprendía tres mil hombres, ordenados y equipados a la manera dórica, con seis filas de espesor y presentando un frente de quinientos hombres con armas pesadas. A estos se unían, como tropa auxiliar, mil doscientos hombres armados a la ligera (velites). las cuatro primeras filas de la falange las ocupaban los hoplites, con armadura completa, reclutados entre los habitantes de la primera clase, los más ricos; en la quinta y sexta fila iban los propietarios rurales de la segunda y tercera clase, armados de un modo más sencillo. Por fin, los de la cuarta y quinta clase, formaban la última fila o combatían a los lados de la falange e iba armados a la ligera. Cada legión se dividía en cuarenta y dos centurias formando un total de cuatro mil doscientos hombres. De los tres mil hoplites, dos mil eran de la primera clase, quinientos de la segunda y quinientos de la tercera. Después venían los mil doscientos velites, de los que quinientos pertenecían a la cuarta clase y setecientos a la quinta clase. Cada cuartel daba sus mil cincuenta hombres a la legión, o sea, veinticinco a cada centuria. Por lo común, entraban dos legiones en campaña y quedaban las otras dos de guarnición en la ciudad; de donde se sigue que las cuatro legiones formaban un cuerpo de infantería de dieciséis mil ochocientos hombres. A esto había que añadir la caballería, que contaba con ochocientos caballos por legión, de los cuales una tercera parte pertenecía a los ciudadanos. Así, el efectivo normal del ejército romano de ambas armas ascendía a veinte mil hombres aproximadamente. Esta estructura militar se mantendría prácticamente inalterada has ta la reforma de Cayo Mario.